Es Tiempo de Salir de lodebar

 
29 de diciembre de 2013
Nueva Unción
Valle verde
2 Samuel 9:1-13:

Es la historia de un príncipe de nombre Mefiboset, nieto del rey Saúl de Israel, nacido como príncipe en un palacio con todas las comodidades y cuidados de su época. Así creció, hasta cumplir sus cinco años de edad cuando por un descuido de su nodriza, sufrió un accidente que lo dejó lisiado de ambos pies por el resto de su vida.

Su abuelo, el rey Saúl, fue ungido como rey sobre Israel por el profeta Samuel, pero fue un rey insensato y obstinado que rechazó siempre el consejo divino, y por esa causa, Dios lo desechó para ser rey sobre su pueblo. A pesar de ello, Saúl reinó cuarenta años sobre Israel hasta que perdió la vida en guerra contra los filisteos, donde también murieron tres de sus hijos, entre ellos Jonatán, el padre de Mefiboset.

Fue ante esta terrible tragedia, y en la desesperación por huir y esconder al niño de un eventual asesinato por ser el heredero natural al trono, donde su nodriza  que corría llevándolo en sus brazos, por un descuido, lo dejó caer y quedó lisiado de por vida.

Fueron las malas decisiones de su abuelo Saúl, que Mefiboset quedó huérfano de abuelo, de padre y de tíos, quedó despojado de sus tierras y bienes, de todos los privilegios del palacio, de su salud, y para evitar ser asesinado por los enemigos de su familia, creció y vivió refugiado en una ciudad extranjera, lejos de Jerusalén, llamada LODEBAR, donde fue cuidado por la generosidad de un hombre llamado Maquir, hijo de Amiel.

LODEBAR, significa tierra árida, hostil y seca, donde no crece el pasto, ni produce fruto la tierra. Era un lugar inhóspito donde se refugiaban los endeudados, los despojados, los perseguidos, los abusados, los golpeados por la vida; que cayeron en desgracia como Mefiboset, porque alguien, en algún descuido los dejó caer.

Amigo(a) y hermano(a):

MEFIBOSET, representa a muchos de nosotros, que heredamos falencias, injusticias y enfermedades por errores de otros, por vicios o irresponsabilidades de quienes nos antecedieron.

MEFIBOSET, representa a muchos, que fueron abusados y violentados por otros, y que por el descuido de quienes debían protegerlos, cargan profundas heridas, amargos resentimientos, y frustraciones que los han impedido tener un proceso de desarrollo normal.

MEFIBOSET, representa también la realidad de la iglesia actual, que por la tibieza, y religiosidad de generaciones pasadas, heredamos pobreza espiritual, divisiones, falta de vida y expresión de los dones de Cristo, haciendo de LODEBAR nuestra realidad.
LODEBAR, también significa NO-PALABRAS, no-comunicación, porque el dolor nos lleva al silencio. El sufrimiento nos lleva a vivir en temor, a la inseguridad, y a la desconfianza de nosotros y de los demás, y así nos refugiamos en LODEBAR, donde quedamos sin palabras, sin comunicación.

Así nos transformamos en un MEFIBOSET, cuyo nombre significa el que lleva la vergüenza en sí mismo, porque cargamos vergüenza, y no queremos ser expuestos ante los demás.

¿TE HAS SENTIDO EN ALGÚN MOMENTO DE LA VIDA IDENTIFICADO CON MEFIBOSET?

MEFIBOSET, se oculta detrás del silencio, de la agresividad de un mal carácter, de una risa superficial, de una enfermedad crónica, de una depresión, de una música agresiva, de algún vicio, de la droga o del alcohol.

MEFIBOSET, se ha refugiado en LODEBAR y no ha sido consumido, sólo porque la mano misericordiosa de Dios en la generosidad de un "Maquir" lo ha sostenido. Es la manifestación del amor, de la misericordia de Dios en medio de nuestras miserias.

¿HABRÁ ESPERANZA PARA LOS MEFIBOSET DE ESTE TIEMPO? ¿ESTARÁN CONDENADOS PARA SIEMPRE A VIVIR Y MORIR EN LODEBAR? ¿HUBO ESPERANZA PARA MEFIBOSET?

David, fue un rey conforme al corazón de Dios, que asumió el reino de Israel por mandato divino a la muerte de Saúl, y representa el corazón de Dios frente a la realidad de Mefiboset. David preguntó por Mefiboset y le mandó a buscar a Lodebar. Fueron sorprendentes las palabras del rey a Mefiboset:

“No tengas temor, porque a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre, y tú comerás siempre a mi mesa, como uno de los hijos del rey” (2 Samuel 9:7).

MEFIBOSET, no lo podía creer, ¿Por qué a un perro muerto como yo haría misericordia el rey? (2 Samuel 9:8)

El rey le declaró: "Es por amor a tu padre Jonatán, por un pacto de amor y amistad hecho en nuestra juventud, antes que tú nacieras y yo viera tu rostro, que te haré misericordia"

Fue por ese pacto que David había decidido bendecir a Mefiboset, no por sus méritos, ni por su dignidad, por ese pacto de amor cambiaría su destino, viviría en el palacio, se le restituirían todas las tierras que habían pertenecido a su familia, se sentaría a la mesa del rey, y comería como uno de sus hijos por el resto de su vida. ¡Aleluya!

David, representa a Jesucristo el verdadero REY, cuyo reino no tiene fin, y cuyo amor y compasión lo llevó a morir en una cruz en un pacto de amor, para quitar toda maldición sobre esta humanidad, para deshacer toda obra del diablo, y restituir toda bendición de Dios sobre los hombres.

Jesucristo, es el verdadero Rey, quien se ha sentado en el trono de Dios para reinar con poder y autoridad, para traer sobre esta tierra la verdadera libertad, y restaurar el reino de Dios, su gloria y bendición sobre toda la humanidad.

Sobre esta tierra, que por causa del pecado se ha convertido para muchos en un         LODEBAR, donde muchos se han convertido en un  MEFIBOSET, porque alguien los dejó caer, sufriendo la discapacidad del alma, victimizados y atados a un pasado doloroso que les impide vivir y servir con libertad.

Sobre esta tierra, donde hay muchos MEFIBOSET, que no pueden y no quieren perdonar, que no pueden y no quieren aceptar su realidad, que sólo el rey, Jesucristo,  por su PACTO DE AMOR hecho antes de que naciéramos, los puede salvar.

Su actitud y obstinación solo multiplican el mal, su vida estará siempre llena de juicios, resentimientos, críticas y condenación.

Fuera del Rey no hay salvación.
Debes oír su voz, el llamado del Rey que te dice: ¡ES TIEMPO DE QUE SALGAS DE  LODEBAR!

Debes salir y abandonar LODEBAR, porque el Rey ha decidido hacerte misericordia”

Amigo(a) y hermano(a);

Dios hizo un pacto de amor antes de que tú nacieras, antes que el mundo fuera, antes que te dejaran caer, y hace más de dos mil años en una cruz lo consumó. Él decidió salvarte, perdonarte y bendecirte. No porque lo merezcas, fue por un Pacto de amor.

Necesitas aceptar que tú nunca por ti mismo cambiarás tu LODEBAR. No habrá mérito ni esfuerzo humano que te pueda librar. Es por fe, no es por obras para que nadie se gloríe, es por creer y aceptar lo que el Rey te ha declarado:

“Vengan a mi TODOS los que están trabajados y cargados que YO LOS HARÉ DESCANSAR, y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y hallarán descanso para vuestras almas”

Debes salir de LODEBAR, debes venir al palacio del Rey con humildad, debes postrar tu rostro ante sus pies y confesar que solo él es Rey.

Satanás y el pecado te robaron tu dignidad, tu identidad, tu posición de hijo de Dios.
Satanás y el pecado te robaron tu relación con tu verdadero Padre, los privilegios de vivir en su Casa y de sentarte a su mesa como uno de sus hijos.

¡Es tiempo de que salgas de LODEBAR! no te conformes a la generosidad de "Maquir", no es esa tu verdadera posición.

Tu verdadera posición está en Cristo, en el palacio del Rey, sentado en lugares celestiales, bendecido con toda bendición, como príncipe y heredero de todos sus dones, bienes y beneficios, disfrutando de su perdón, de su consuelo y salvación.

El Rey ha prometido restituir en tu vida TODO lo que el diablo y la vida te robaron, desde el día en que te dejaron caer, y su bendición alcanzará tu casa y toda tu descendencia:

“No tengas temor, porque a la verdad yo haré contigo misericordia por amor de mi nombre, te restauraré con todos mis bienes, y te sentarás conmigo y comerás a mi mesa como uno de mis hijos por toda la eternidad”

¡ES TIEMO  DE SALIR DE LODEBAR!

ES TIEMPO DE SALIR DE LODEBAR, AQUÍ Y HAORA.

En el nombre de Jesucristo levántate y comienza a caminar para entrar al palacio del REY. Comienza aquí y ahora a comer de la de la mesa del REY. AMÉN.

LA NAVIDAD QUE NECESITAMOS



Hoy la navidad sufre una gran distorsión en su real sentido. Cuando pensamos en la navidad inmediatamente vienen a nuestra mente Santa Claus o el Viejito Pascuero, los regalos y toda la fiebre consumista que gira en torno a esta festividad. Todo esto nos produce una alta carga de estrés y también de angustia. Es necesario encontrar su verdadero sentido y compartirlo con tantas personas que en esta fecha se encontrarán solas y deprimidas. Por otro lado hay que vivirlo con los más empobrecidos, los más vulnerables y los que se encuentran sin esperanza.

Seguimos viendo que la realidad en nuestras ciudades va empeorando, las expectativas y la realidad de nuestro pueblo siguen estando marcadas por los signos de la anti-vida. Las profundas desigualdades sociales, las contradicciones socioeconómicas y la desesperanza están marcando el paso en la vida cotidiana.

La experiencia de los pastores en la fría noche de navidad vuelve a convertirse en una realidad. Nuestro mensaje y nuestra acción deben estar cargados de mucha esperanza. Las personas desean escuchar buenas noticias; noticias que construyan, estimulen e impulsen la vida plena.  Queremos escuchar unas buenas noticias que sean de gozo para todo el pueblo.

Esta buena noticia no es sólo un sistema de ideas que se contrapone a otros sistemas de hoy vigentes en el mundo. No se trata de una ideología más en el supermercado intelectual del momento. Es un poder, una forma de vivir y plantarse frente al mundo; es una comunidad que trasciende barreras. Para recuperar el sentido vigoroso de un estilo de vida cristiano hay que sacar el Evangelio de manos de los vendedores profesionales que lo han convertido en un  inocuo producto comercial que se ofrece al mejor postor, también de los religiosos de turno que han sacado del centro de la Navidad a Jesús. Dondequiera que sea que un ser humano invoque el nombre de Cristo, se atreve a vivir por él; se esfuerza por practicar sus demandas de amor, justicia, servicio y arrepentimiento; alza sus ojos con esperanza y vence el temor; allí es donde está avanzando el Evangelio.

La Navidad nos recuerda y nos hace reflexionar sobre el mensaje de Jesús y el estilo de vida que vino a inaugurar.  Este hecho nos pone en guardia contra los apetitos económicos erigidos como deidad.  Con él aprendemos a sospechar también: “Dónde ustedes tengan sus riquezas, allí también estará su corazón”, “No se puede servir a Dios y al dinero”.

Vivir el Evangelio y el espíritu de la Navidad es primero vivir la libertad de la idolatría materialista de los apetitos económicos. Es hacer de Jesús el Señor y entrar a un género de vida que ve lo económico como un espacio en el cual se pone en práctica la obediencia a Dios, el dador de todo lo que el ser humano posee.  Cuando nos damos cuenta de que nuestros propios apetitos invaden nuestros pensamientos y palabras, relativizando lo justo y auténtico de nuestros proyectos más amados, descubrimos también que Jesús puede renovar nuestras vidas y purificarlas para que den fruto. El hombre nuevo, con su hambre de sed y de justicia, ya empieza a manifestar su disposición a cambiarnos nosotros mismos para que el mundo cambie.
Rescatar el verdadero sentido de la Navidad es vivir el Evangelio, sin caer en la trampa del mercado. El problema con la ideología del libre mercado es que nos hace aceptar su utopía como un axioma que no necesita demostración, es decir, la afirmación de que el único camino aceptable para nuestro mundo de hoy es el de la Economía de Libre Mercado. Nuestra vida y nuestra acción no sirven para nada si están al servicio de esa ideología. Con ese mismo criterio se juzga la historia de la Iglesia, la historia del mundo y aun a Jesús mismo.

No debemos caer en la trampa, ni aceptar la utopía, la idolatría del mercado, como si fuera un axioma; ni tampoco aceptar como “científico” un análisis, que por un lado se alimenta de la opresión de los más pobres y por otro reduce al hombre y a la mujer a seres que solo sirven para consumir. Por lo tanto, debemos proclamar en primer lugar que la norma que juzga la vida y la acción de los hombres y las mujeres no es el éxito, ni la cantidad de cosas que se posean, sino el designio del Dios revelado en Jesús. Descubrimos también que para tener valor y eficacia las acciones humanas no necesitan ser exitosas. La vida es mucho más que la economía. La fidelidad a Dios se da dentro de una variedad inmensa de marcos de servicio.

Una buena noticia para el mundo de hoy, que trae la presencia de Jesús en esta Navidad, es que se acaba el temor. En la actualidad vivimos bajo el signo del miedo, y ésta parece ser la característica más notoria de esta época. La mentalidad de los hombres y de las mujeres del siglo I estaba también plagada de temores: a las potencias espirituales de los aires, a los principados y potestades, a los espíritus elementales. En medio de ellos el Evangelio era el anuncio de la victoria cósmica de Dios, que ponía en evidencia la debilidad de estas fuerzas que les aterrorizaban.

Hoy en día los temores tienen otros nombres, pero son muy parecidos en sus efectos sobre el corazón humano. Los medios de comunicación modernos han  desarrollando una jerga que conjura el temor y la sensación de un fatalismo frente al cual el hombre y la mujer parecen impotentes.  Hoy se tiembla ante las fuerzas oscuras que dominan el mercado de valores, ante los sistemas políticos-militares, ante las mafias de todo signo que parecen obrar con impunidad y crecer como pulpos infernales.

El Evangelio que Jesús nos ha traído y que recordamos en Navidad sigue siendo el Evangelio de la victoria de Dios sobre todo aquello que se opone a su designio, que es el amor, la justicia, la paz y la vida abundante para los hombres y las mujeres. Es cierto que esa victoria pasó por el sufrimiento de la cruz, por la agonía, la soledad y lo que a todas luces parecía el fracaso y la impotencia del justo contra la maldad del mundo.

La buena noticia del Evangelio es negarse a permitir que los temores que sobrecogen a la humanidad nos atemoricen también a nosotros.  Es poner la mira en Dios, alzar la vista y vivir en obediencia a su ejemplo, con gozo y confianza en la victoria final, cualquiera que sea el curso de la peripecia del hoy. Jesús, y Pablo, y Pedro nos enseñaron que esta manera de vivir el Evangelio no es la arrogancia insultante frente al verdugo, ni la búsqueda casi masoquista del sufrimiento. En nuestro tiempo implica la desmitologización de todas las idolatrías modernas y de los poderes terrenos, en el entendimiento de estas fuerzas dentro de su limitada dimensión humana, o quizás aun en su exageración demoníaca. Pero esto implica también el propósito de seguir haciendo aquello que entendemos que es el bien, aunque acarree la persecución o la amenaza.

Por esto, la buena noticia de la Navidad y lo que le da sentido, es que nada nos puede separar del amor de Dios, y ese amor ha triunfado para siempre.