Semana Santa, Tradición o Mandamiento

Por: Rev. Samuel González

Lucas 22:19: “Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí”.

1 Corintios 11:23-26: “Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre;( haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”.

Hemos llegado nuevamente a la fecha del año en que la cristiandad, más por tradición, que por mandamiento bíblico, celebra la semana santa. La designación “Semana Santa es un término genérico, no bíblico, que los católicos utilizan para darle a la “Semana Mayor”, que va desde Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección, durante esta semana se celebran los últimos actos de vida humana de nuestro señor Jesucristo, (entrada triunfal, ultima cena, muerte por crucifixión, duelo por su muerte, y la vigilia pascual).

La observancia de la semana santa no es un mandamiento Bíblico, en ninguna parte se nos exhorta a guardar la semana santa. El origen de la observancia de la semana santa son los ayunos anteriores al concilio de Nicea (325 D.C.), con la canonización de las festividades en el siglo IV se convirtió en una semana entera, y las observancias litúrgicas se modificaron para adaptarse a los acontecimientos de Jerusalén, Ya en la edad media se habían adoptado un complejo de actividades, entre ellos la procesión de los Ramos, el Pedilavim, la Veneración de la cruz, el entierro de la cruz y de la Hostia en el sepulcro pascual, las Ceremonias de fuego. Cada asociación es libre de instituir fiestas para sus miembros, pero no puede imponerlas en el nombre de Dios, pues eso es sacrilegio, el colocarlas al mismo nivel que el día del señor, es pecado. Primero porque ni Cristo ni los apóstoles las instituyeron, ni tampoco la conocían los cristianos de los tres primero siglos, sino que casi todas fueron instituidas en la edad media. Segundamente porque estas festividades fueron fijadas sin un conocimiento exacto de las fechas de los acontecimientos, narrados en los evangelios, en muchos casos se fijaron las fechas para que coincidieran con al celebraciones del antiguo paganismo. Tercero, esas festividades tienen un gran contenido idolátrico, se hacen ritos que son visiblemente idolátricos. Cuarto, son paganas en su naturaleza, diversiones mundanas, borracheras, etc. Precisamente por su carácter mundano es que tienen gran aceptación en el público en general.

Los cristianos estamos llamados a recordar y celebrar con entusiasmo el esfuerzo de Dios por darnos la vida. Estamos conscientes de que a nuestro alrededor hay grandes señales de muerte y destrucción de la vida. La enfermedad, los vicios, la destrucción de la naturaleza, el hambre, la agresión contra la mujer y los niños, el desempleo, la injusticia que nos rodean y nos empujan hacia actitudes de desesperanza y frustración. Las fiestas son el otro lado de la moneda: momentos para tomar conciencia del amor de Dios y de su presencia activa entre nosotros aquí y ahora. En ese sentido, las fiestas, son un valiosísimos instrumento de la pastoral, pues son momentos para acoger a quienes necesitan la energía vivificante del amor de Dios, para encontrarnos y respaldarnos como comunidad de fe, y para tomar conciencia de que somos parte de la creación de Dios.

Una sana actitud cristiana hacia las fiestas debe integrar tres elementos: hacer presente el recuerdo de los actos de amor de Dios, celebrar la realidad de la comunidad de fe, y acercarnos a la creación de Dios de la cual nosotros somos una parte.

Aunque los cristianos no celebramos ninguna de las fiestas señaladas en el Antiguo Testamento, también tenemos momentos particularmente importantes en nuestra tradición. Entre estos momentos hay dos principales desde el punto de vista de la cultura: la navidad y la semana santa. Las comunidades religiosas celebramos una gran cantidad de otros momentos especiales: bautismos, aniversarios de la iglesia, matrimonios, cumpleaños, etc. Dentro de la celebración festiva de las comunidades debemos incorporar los cultos, la Santa Cena, porque eso le dan un enfoque espiritual, y la fiesta que no refleje la espiritualidad bíblica, y a Cristo, perdió su razón de ser. Esto no es olvidar el dolor que nos afecta o nos rodea; al contrario es recobrar las fuerzas para enfrentarlo. Estas fuerzas provienen, sin duda, de la acción vital del Espíritu Santo, quien está con nosotros. Todos los momentos mencionados antes representan una excelente ocasión para la educación de la comunidad de fe y para su fortalecimiento: debemos aprender a vivir alimentándonos con una esperanza sana. Esta esperanza lejos de esconderse ante el dolor, revive el camino de Jesús en la vida cotidiana de los creyentes.

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